21 de enero de 2014

Juego Macabro - Umberto Senegal



En una casa de dos pisos yo solo. Solo yo y frente a la casa un centenario pino. Bajo y golpeo una vez sobre la oxidada puerta de hierro. Subo. Me acuesto y pregunto desde mi cama,¿quién es? Espero tres minutos. Pueden ser más pero parecen tres minutos.Nadie responde. Bajo y golpeo de nuevo sobre la brillante puerta de cobre. Vuelvo a subir y  otra vez  me acuesto. No es insomnio. Pregunto en voz más alta, ¿quién es, qué desea? Agregué el interrogante para darle otra posibilidad de respuesta a quien pudiera hacerlo. Espero cinco minutos y me levanto tranquilo. Pueden ser más minutos pero quiero pensar que solo fueron cinco. Bajo y toco en la sólida puerta de cedro negro. Más insistente en esta ocasión. Golpeo con los pies. Subo rápido a mi alcoba y me acuesto. Decido vestirme. Tengo frío. Pregunto, ¿a quién necesita? Si es a mí no respondo. Si es a otro, tampoco. Silencio total. Repito la acción. Ahora golpeo la transparente puerta de cristal únicamente con los pies. Me lastimo. Subo y me acuesto. No miro en el reloj de la pared qué hora volvió a ser.

Me acuesto y digo, sé que es a mí a quien necesita para darme alguna grata noticia. Bajaré de nuevo y por última vez tocaré. Abriré. Debo abrir.Mientras lo hago y arrojo esos enormes candados, ingrese por la ventana y ocupe mi sitio en la cama. Entonces bajo y abro la puerta y digo en voz baja, como si alguien estuviese ahí, mi casa es tuya, tómala; mi cuerpo es tuyo, entra y ocupa los lugares que desees, de todas maneras no vivo aquí.