29 de agosto de 2013

Enfermedad - Alejandro Vega Carvajal



He notado resecas mis manos y por más que las hidrato no mejoran.  El problema comenzó a preocuparme cuando tomé mi viejo tomo de En Busca del Tiempo Perdido, supe que debía hacer algo al respecto porque este percance no podía interrumpir mi relectura.  Humedecía mis dedos con la punta de la lengua pero empecé a notar cierta alergia respiratoria, mojaba mis manos en el fregadero pero perdía mucho tiempo yendo y viniendo, opté por leer con una vasija de agua al lado de mi sillón pero mi viejo tomo empeoraba su ya deplorable estado.  Comencé a ensayar con otros dedos, con la mano al revés, con la muñeca y con el codo, pero se tornaba demasiado incómoda mi relectura, intenté con la cabeza y con la boca pero mi viejo libro era una fábrica de polvo y hongos, así resulté con un resfriado.  Utilicé guantes, ganchos de ropa, trinchetes, alicates y otros diferentes medios, pero solo logré quebrar las débiles hojas.  Tal vez debí consultar al médico.  Él me pudo recetar algún medicamento para las manos.  O pudo haber sido cuestión de comprar algún humectante elaborado específicamente para mi tipo de piel, pero qué digo ¡humectante para piel de lector de viejos tomos! que imaginación la mía, como si a los lectores los tuviera en cuenta la industria farmacéutica.  Creo que es cuestión de paciencia, me acostumbraré a esta sensación, después de todo hace parte de la lectura acariciar el papel, percibir su rugosidad y sufrir en el pasar de las hojas.

 Después de todo nadie me apoyará en esta extraordinaria labor de leer a los clásicos al modo antiguo.


Por:
Alejandro Vega Carvajal

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Comentar...