17 de octubre de 2013

Enfermedad Literaria


Una lectora de Leardeante, muy angustiada, nos escribe y nos comenta que un virus altamente contagioso, degenerativo y mortífero se viene propagando dentro de la literatura colombiana y sus best sellers: la anomia. Los síntomas más frecuentes de esta enfermedad son el narcotráfico, la prostitución de alto rango, el sicariato y el secuestro. Ella nos habla de una de las primeras víctimas de este virus, la novela La virgen de los sicarios del polémico escritor Fernando Vallejo. Pensamos que la lectora en realidad estaba hablando de una literatura “anémica” y que no era para alarmarse tanto, pero luego de varias pesquisas nos dimos cuenta de que tenía razón, sin embargo, el paciente que ella menciona presenta una sintomatología que, aunque es similar, no corresponde exactamente a la del virus de la anomia. A continuación el doctor Leardeante da su opinión con respecto al tema. 


Señorita X, no se alarme. La virgen de los sicarios más que un inventario de crímenes de toda índole es una historia de amor marcada por la fatalidad; sin embargo clasificar dicha obra como una love story resulta peligroso debido a que el homosexualismo, la complicidad criminal y el carácter pederasta de sus protagonistas le dan un matiz diferente al propio de los romances tradicionales cuyos amantes sufren miles de limitaciones para estar juntos o de los pícaros cuya alianza se da en torno al delito. La fatalidad a la que están supeditados sus personajes no está dada en términos de la imposibilidad de tener al lado al ser amado o de los miles de infortunios por los que hay que pasar para lograrlo. No. La fatalidad de La virgen de los sicarios radica en que Fernando y Alexis, protagonistas de la novela, están, consciente e inconscientemente, sumidos en una sociedad en la cual la pobreza, el crimen y la muerte se hacen tempranamente inherentes, razón por la cual, la obra no revela una ausencia de normas o “estado anómico” sino un estado de transculturación en la cual se vienen perdiendo los valores o estos se cambian por otros que “no valen” y en la que el amor, polémicamente homosexual, es el único –o al parecer el último- valor. De manera que el diagnóstico de anomia en La virgen de los sicarios resulta pleonástico e infructífero, a no ser de que la pretensión irónica del autor sea revelada por el lector y este entienda que en dicha obra, en la cual el crimen es la ley, la verdadera anomia la constituye el ideal del bien y de la esperanza, hoy inexistente en los jóvenes y muerto en los viejos. Gracias por su fiel lectura.

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