5 de diciembre de 2013

¿Quién es Arimaspo?


Monóculo Arimaspo no existe pero la necesidad de precisarlo se hace por conveniencia. Cada mañana urde diferentes tramas para capturar el oro que hay en el jardín de don Grifo, le parece injusto tanto oro en un lado del solar y que en el suyo haya un pelado lleno de arena y cemento. Mueve entonces la pestaña y se ondea ésta con ternura a cualquier movimiento del párpado. Hay quienes dicen que nunca llora, sólo de niño una vez lo hizo, sin embargo quienes lo presenciaron no pudieron definir, o no se percataron, por cual lado del ojo salían sus lágrimas. A partir de esta cuestión algunos afirman que Arimaspo ve la realidad corrida hacia la derecha, es decir, hacia la derecha de él; entonces es porque llora por el lado izquierdo del ojo, sin embargo otros afirman lo contrario, que sus lágrimas son diestras. En su pedazo de solar, Arimaspo suele hacerse por las tardes, saca su escritorio y dibuja inverosímiles piezas de perspectiva. Pero no acucia esto principalmente a tal. Su pensar acude constantemente a la estratagema precisa para capturar el oro que hay en el otro pedazo del solar. Debe saltar la cerca sin hacer ningún tipo de ruido, luego debe buscarlo, es obvio que el oro no está asoleándose, ni mucho menos exhibiéndose para que cualquiera lo vea. No. El tesoro en algún lugar del jardín está, y Arimaspo sabe de tal porque a don Grifo, entre charla y charla, se le han escapado ciertos comentarios, ciertos gestos, que lo develan. Pero acaso es don Grifo tan tonto como para ponerse en evidencia frente a su vecino monóculo. Sí, Monóculo Arimaspo tiene un único ojo, pero en lo demás es hombre, piensa don Grifo, hay que mantenerle una ilusión, aunque esta sea vacía. Aunque aquí no halla oro, él debe creer tal cosa. Su búsqueda lo ha topado con enormes misterios, pero está enceguecido, ha visto preciosas joyas, valiosos monumentos, espectaculares artefactos, todo esto enterrado en el solar de don Grifo. Arimaspo tantea el terreno y al tiempo trata de descifrar el enigma de esta frase, tan cotidiana en su época: no todo lo que brilla es oro, aunque caiga en ojo tuerto.

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