Amanda nunca las ha leído. Piensa que quien lee pierde. Por aquello de dudar. Entra fumando al cuarto de baño. Hace lo que tiene y sale. La descubrí, y eso que es rápida. Abrió la puerta: un vaporoso hálito a herrumbre exhaló el cuarto. Una húmeda fetidez con dejos de cusca lo aseveran. Salió sonriendo. Pero con la sonrisa al revés para que no se cayera el cigarrillo de su boca. Tiene sus manos libres y sin embargo no las emplea. Se las sacude chocando una con otra. Ella es victoriosa. Acaso pasó lo que imagino. Yo también lo he intentado, pero en otras actividades. He escrito con el bolígrafo en la boca. He pintado con el pincel en los pies. He leído con el libro entre los codos. He fumado sin soltar el cigarrillo de mi boca. Pero hay situaciones que deben de ser como siempre han sido. Ella huele a jabón humedecido. Está limpia. Sus manos intactas. Incluso, sin olor alguno. Creo que es cuestión de práctica. Por eso es que más sabe el diablo por viejo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Comentar...