12 de julio de 2012

Cóncavo. No convexo

¿Qué es esto que siento? No es la primera vez…de hecho crecí con esto. Lo poseo desde que tengo memoria… pero es que hoy… hoy me he hecho más consciente de su presencia. Me impacta, me impresiona, me da asco, me aterroriza. Su forma… la textura… ¡lo que supone que esté ahí!... ¡lo que realmente significa! Es increíble cómo nos acostumbramos a convivir con cosas que ni siquiera entendemos del todo, se nos hacen normales y olvidamos lo que realmente son. Así mismo es esto.
Mi dedo está ahora recorriendo una porción firme de mi cuerpo. Gracias a Dios, aún conserva la supuesta forma que debe tener. Es tenso, pero suave. Yo le he dado forma y puesto que no acumulo mucha grasa y a veces hago ejercicio, tiene inclusive una estética bastante masculina. Pero allí es donde localizo el centro (casi literalmente) del pánico momentáneo que hoy me sobrecoge. A excepción de mi ceja izquierda y una cerca a mi pelvis, no tengo marcas significativas….pero ¡esta!... ¡esta sí lo es!… y de hecho es la más profunda, abierta e impresionante. ¡Tuvo el descaro de suavizarse y establecerse en mi mente casi como un elemento estético que me humaniza y me une a mi prójimo! ¡Pero hoy no!  hoy desperté de ese letargo conformista y develé su falsa e hipócrita sutileza hasta ahora desapercibida.
Mi dedo sigue su aproximación… pero tengo miedo. Miedo de romper con el rico y armonioso recorrido lineal, a penas alterado por uno que otro relieve distinto de piel. Por eso decido mejor regresar, y arranco resuelto desde la hendidura formada entre mi esternón y mi garganta. Suavemente me voy deslizando; siento la dureza de mi pecho otorgada por músculos ejercitados y sólidos huesos estructurales. El contacto piel con piel es fácil y fluido como vuelo de cisne sobre el agua. Alcanzo a pasar sobre el fin de mi caja torácica, pero sigo en un suave desplazamiento lineal y sin grotescos socavones. Por un instante me detengo de nuevo... pero retomo rápidamente el recorrido que se encuentra ahora sobre mi vientre y desciendo poco a poco… ¡y me deslizo decidido ya sin detenerme! ¡Y me hundo!... ¡y mi dedo está allí!... ¡unos centímetros aterrorizantes por debajo del plano general del vientre! ¡Este agujero!... ¡Dios!... ¡este agujero!... ¡estoy cicatrizado abiertamente!... ¡estoy expuesto aunque cicatrizado!... ¡estoy abierto!.... ¡fui un cuerpo con un agujero insidioso en el centro de mi abdomen!... ¡y ahora hundo mi dedo en mi ser y me aproximo más a mis entrañas! ¡Por Dios qué cicatriz!... ¡se adentra demasiado en mí!... ¡pude chorrearme todo hacia afuera si no se hubiera tapado!... ¡qué vergüenza! ¡que terror!... ¡ qué asco! ¡qué impresión! Somos bolsas de carne antaño agujereadas… selladas por una penetrante y enmarañada soldadura de carne y piel.
Pero… ¿y si se me vuelve a abrir?... ¡Dios mio!... ¿y si me levanto algún día y este hueco inmundo vuelve y se destapa?... ¡me tengo que tapar!... ¡no quiero ver mi estómago y mis entrañas expuestas!… ¿o sí?... ¡sería bueno explorarme y verme el interior a través de este huequito! Quisiera conectarme de nuevo una manguera de carne como cuando era un impávido feto; mmm… le pediré a mi mamá que nos conectemos de nuevo. Creo que puedo usar una de esas tripas que usan para hacer morcilla o chorizo. Quizás devolviéndole su función ya no me aterrorice más este agujero de mierda que tengo en mi barriga. Mamá comerá, y de su estómago tomaré mi alimento.
Kenny Cristian Díaz Bayona
Otra bolsa de carne sellada
en el centro…

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Comentar...